martes, 11 de junio de 2013

22 días

Hace 22 días tengo a mi bebé en brazos. Es toda una experiencia. Se ha acabado el embarazo y el período de nueve meses que pensé me terminaría matando. Finalmente tengo  a Juan Pablo acá, tan real, tan perfecto, con sus manitas, sus ojitos despiertos y con su personalidad, su ansiedad al comer, sus crujidos  al estar acostumbrándose a estar afuera, sus pestañitas, su respiración agitada. Y mi miedo.
La alegría que parece abarcarlo todo se confunde con el miedo a  fallar, a no llegar a tiempo, a dañarlo, a qué le pase algo, que la vida me cobre al fin la cuenta que le debo y de una buena vez todos los intereses. Cuando se queda tranquilito pegado a mi en su fular, me parece que el mundo parara, que existiese una segunda oportunidad, que seré capaz de contenerlo, de saber si necesita algo, de no dejarlo. 
Juan Pablo en sus 22 días me ha devuelto la vida y la esperanza, me confunde y desarma mis planes. Es tan cierto eso de que cuando nace un bebé también nace una mamá, porque yo desde ese 20 de mayo soy otra, estoy buscando qué significa y cómo quiero ser mamá de Juan Pablo, estoy tratando de responderme el qué pasó con todos los planes anteriores, cuáles de los sueños y deseos vale la pena conservar y cuáles ya no van más porque ahora todo depende de él, de lo que le conviene, de que lo hará feliz.
Juan Pablo vino a modificar tantas rutinas en casa... que esta nueva familia (no solo nació un bebé, una madre y un padre, sino que también una nueva familia) ya irá contando sus experiencias.
Solo quiero afirmar y volver a afirmar que tener un bebé cambia la vida... te da nuevas alegrías y te reinventa.

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